Olha que coisa mais linda

Olha que cosa mais linda, blog cuya URL tiene un error ortográfico provocado voluntariamente para conseguir que no estuviese cogido ya por otra persona, es la respuesta a una larga lista de peticiones para que fuese escribiendo un diario online de mis aventuras y desventuras por el año que pasaré en a cidade maravilhosa.

28 abril 2007

Va, que se me acumulan las cosas.

La parte oral del examen de portugués creo que me salió tan bien como la otra. Lo que no es ni bien ni mal. Simplemente di todo el portugués que tengo y serán los evaluadores dentro de dos meses cuando me saquen de la incógnita.

El oral consistió en media hora de conversación en la que, primero, me preguntaron un poco que hacía en Brasil, por qué, cuánto tiempo llevaba y las típicas cosas. Eso es fácil, porque estás harto de decirlo.

Y luego te sacaban tres cartones elegidos de entre otros muchos, cada uno con una temática diferente y te fundían a preguntas al respecto. Los tres que a mi me tocaron fueron acerca de la escasez de agua, de la alimentación y de la privacidad de la información al acceder a internet.

En fin, salí contento. La cosa es que se puede aprobar o suspender. Y si apruebas puedes sacar diferentes calificaciones. En plan intermedio bajo, intermedio alto, avanzado bajo y avanzado alto. En plan sufi, bien, notable y sobre. Aver qué me dicen.

Y bueno, ahora mismo escribiendo desde un ciber tal que en Jericoacoara, en el estado de Ceará. Salimos ayer del trabajo, nos fuimos a casa, hicimos la maleta y en marcha hacia el aeropuerto. El día del trabajador es mundial, así que aquí, quien más quien menos se ha pillado puente. Esto significa que el trayecto hasta el aeropuerto fue infernal. Sin exagerar, cuatro horas. No iba con tanto tiempo de antelación y llegué, ojo al dato, a las 22h de la noche, es decir, una hora después de la salida original del vuelo.

Por suerte, el puente de mayo no sólo acarreó problemas de atascos en las carreteras cariocas, sino también en los aeropuertos, con lo que el vuelo salió con dos horas de retraso y yo pude embarcar no sin algún problema en el aeropuerto (pero vamos, no pasó nada, hice que pareciera un accidente).

Así que, con dos horas de retraso, llegamos al aeropuerto de Fortaleza, capital del estado de Ceará. A trescientos kilómetros de aquí. Allí nos estaba esperando el transfer que habíamos contratado desde Río; un tío que nos llevó en su pedazo de Land Rover primero por las carreteras, luego por caminos de cabras para al final, a través de algunas playas y dunas, terminar dando con nuestra pousada en Jericoacoara, o Jeri, como aquí la llaman cariñosamente (leído Jerí).

El viaje duró cuatro horas y, ya de día, hemos llegado a la pousada. Duchita y a la cama para que a las diez y media la encargada nos despertase a porrazo limpio para decirnos que tenía preparado nuestro desayuno. Una delicia.

Son las siete menos cuarto de la tarde. Noche cerrada desde hace aproximadamente una hora. El primer día ha consistido en reconocimiento del terreno. El sitio es increíble. Desde la playa se divisa un mar de dunas gigantescas alternadas con palmerales tropicales típicos. Y luego duna. Y luego palmeras. Ya hemos hecho el loco a saco por las arenas de las dunas. Brincos enormes en el desnivel principal de las mismas. Fotos y vídeos hay y habrá.

Por ejemplo, mañana tenemos concertado un paseo en bugui (coche pequeñito descapotable y muy útil para moverse por todos estos caminos y montañas de arena), que nos llevará a lagos cercanos que, según nos han dicho, son muy chulos. Tipo paradisíaco.

Y allá donde vayamos, ya lo hemos dicho, un poco de sand-boarding, que nos ha picado un poco el gusanillo al ver a unos israelitas a los que hemos conocido tirándose a saco por las dunas.

En fin, que muy bien. Curtiendo a saco, como se dice por aquí (disfrutando).

Seguiré escribiendo.

Bjs.

Pedrão

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